jueves, 7 de febrero de 2013

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Sería irónico decir que el blog no trata sobre mi vida pues escribo sobre el lugar donde vivo. Pero no escribo sobre lo que me pasa aunque ahora se me antoja darme la libertad de explicar mi ausencia en los últimos meses. 

En mi primer comentario en este espacio hice referencia al por qué quería quedarme plantado en Lieja, básicamente por amor, esa era la razón. Pero en Bélgica el amor como el sol, me brilla mucho menos de lo que yo quisiera. Alguna vez he mencionado a la mujer que yo amo, pues esa misma dejó de amarme. La experiencia de la ruptura fue bastante particular como siempre ocurre en tales situaciones, ciertamente no recuerdo haber tenido nunca una separación tersa y suave. Pero está última vez fue devastadora.

Un día mientras yo pasaba unos meses fuera de Lieja, ella llegó a su casa y descubrió que en la soledad ella descansaba y era feliz. Yo solía vivir en su casa también y en realidad ella descubrió que cuando yo no estaba se encontraba descansada y era feliz. Eso me lo dijo una tarde de lunes en la mesa del ventanal de la Toccata en Place de Marché. Luego de la explicación siguió una larga lista describiendo reproches y defectos sobre quien escribe, una por una y detalle a detalle fueron saliendo a flote pequeñeces guardadas a lo largo de los meses que terminaron siendo enormes muros entre nosotros. La mesa del café era un cuadrilátero donde solo hay uno golpeando incesantemente hasta tumbar al otro sobre la lona. Mi defensa fue pésima, ni siquiera anticipaba un combate, más bien iba buscando una reconciliación. Nunca escuché a nadie proferir tantas palabras negativas sobre mi persona y mucho menos nuca vi a nadie decirlas y sentirlas con tanta honestidad. Bien dicen que del odio al amor hay un paso. Es asombroso como puede amarse tanto a alguien mientras que ese alguien tiene la visión más negativa que jamás hayas escuchado sobre ti. Que increíble es la contrariedad del ser humano, que incomprensible. Y qué iba a decirle yo si ella es cuasi perfecta y en mucho tenía razón.

Luego de esa tarde a la semana yo salía otra vez de Lieja, un día antes de partir nos encontramos de nuevo, mismo lugar pero diferente mesa, la mesa donde años antes yo había decidido intentarlo todo y hacer mi vida por ella. Esa segunda vez no importaron las justificaciones ni las disculpas tardías de nadie, no puede hablarse con tanto filo y esperar no queden cicatrices. Desde entonces no la he vuelto a ver, Lieja creció y creció y creció y creció hasta diluirnos en diferentes tiempos y espacios. Toc-toc-toc: ella nunca acudió de nuevo a abrir la puerta. Entones se me fue la vida y el sentido de seguir en Lieja. Y bien dice una canción de Téléphone: Elle part, fin de l'histoire. A pesar de todo yo nunca me fui y sucede queda mucho por decir sobre este rinconcito de mi corazón, Liège.